Tuve la inmensa fortuna de haber conocido al cantante Juan Carlos Gebelin y de haber sido su alumna por un largo período.
Conservo relumbrosas memorias de sus clases. Sabemos todos acerca de la prestigiosa carrera que cumplió nuestro barítono a nivel internacional, pero sólo sus alumnos conocemos cómo fue su otro perfil, el del Maestro.
Mientras escribo estas líneas para rendir al Maestro mi humilde homenaje, desde lejos, me apremian las memorias, las vivencias de aquellos años de estudio y, su soberbia voz, me resuena briosa y pasional…Pasión por el canto, por la cultura musical, por la música francesa y su lengua, que supo trasmitir sin reservas, con un ánimo leal y generoso.
Aparte su gran solidez técnica y musical, fue el entusiasmo una de sus grandes virtudes al enseñar. Parecía un volcán sentado en la banqueta del viejo piano vertical mientras nos acompañaba las obras, exultante y alborozado saltaba al escuchar un bella frase, o una nota correctamente emitida, y nos premiaba con la exclamación, "bravo"!, regalándonos un semblante de felicidad tan gratificante que me quedará grabado, indeleble, para siempre!!
Tenemos muchas noticias de la prestigiosa carrera que cumplió nuestro gran barítono Juan Carlos Gebelin a nivel internacional, pero conocemos menos acerca de su años dedicados a la didáctica del canto.
A partir de los años 89, cuando Gebelin volvió a establecerse en Montevideo, empezaron a peregrinar por su apartamento de la calle Soriano, alumnos de canto que querían estudiar y perfeccionarse con este gran cantante (puedo decir que se había corrido la voz entre los aspirantes a cantantes de mi generación de que Gebelin daba lecciones).
El maestro poseía una magnífica voz de barítono, dueño de una técnica impecable y hombre de gran cultura musical. Durante su intensa trayectoria cantó Lieder, Ópera, Oratorio, demostrando así que un gran artista, con sólida formación técnica y buenos conocimientos estilísticos podía afrontar cualquier repertorio con un resultado óptimo, también respaldado por el buen dominio que poseía del italiano y del idioma francés. Estos conocimientos idiomáticos y de fonética constituían un notable bagaje cultural que él brindaba a sus alumnos.
Antes de empezar a estudiar con Gebelin había oído comentarios en el ambiente musical acerca del carácter indomable y difícil que lo caracterizaba. Me encontré en cambio ante otra realidad: si bien era un torbellino, una vorágine, que decía lo que pensaba y sentía con esa gran voz que resonaba estallante, era en su esencia una persona afectuosa y que sabía escuchar al alumno. En mis dos años de estudios constantes, recibí del maestro la imágen de un artista paciente y generoso con sus discípulos. Diría que con una rigidéz afectuosa y con gran dedicación él construía con paciencia la gama vocal. Trabajaba con conciencia de las voces y con entusiasmo, y es justamente "entusiasmo" la característica que quiero destacar en la personalidad y en el ánimo de Gebelin. Las clases lo entusiasmaban realmente y sentía verdadero placer al enseñar, trasmitiendo al alumno su pasión por el canto. Parecía un volcán sentado en la banqueta del viejo piano vertical mientras nos acompañaba las obras, exultante y alborozado saltaba al escuchar un bella frase o una nota correctamente emitida y nos premiaba con la exclamación "bravo".
Gebelin nos preparaba los distintos géneros, ópera y música de cámara. Nunca nos limitó en este sentido, como lamentablemente tendría que reclamarle al Conservatorio italiano. Le gustaba mucho el repertorio francés: una de sus óperas preferidas era "Romeo et Giuliette" de Gounod, que él interpretó varias veces. También brindaba la oportunidad de hacer conciertos en distintas instituciones para foguear al jóven cantante y darle la oportunidad de presentarse ante un público: recuerdo las tardes musicales de la Asociación "Guarda e Passa", que él presidía por aquello años, con el acompañamiento al piano de Gioconda Parodi.
En mi caso, siempre me apoyó con respecto a mis viajes y a los estudios musicales que había comenzado a realizar fuera del país. Aún más, él mismo escribió a algunos de sus colegas y amigos en Europa para que me orientaran en mis estudios y me alentaba a conocer otras realidades musicales. Conservo con mucho cariño estas memorias, copias de esas cartas que él escribió para mi, así como grabaciones de sus clases.
Beatriz Lozano para Revista Sinfónica. Uruguay, año 2004
El pasado12 de febrero en Roma, en la sala conciertos del Palazzo Santacroce del Instituto Italo Latino Americano, la soprano Beatriz Lozano y el pianista Hugo Aisemberg dedicaron al barítono Juan Carlos Gebelin el Recital en programa. Asistieron al concierto, además de numeroso público, varios representantes de nuestra embajada en Italia, entre ellos la Agregada Cultural Dra. Sylvia Irrazabal. Presente además la viuda de Astor Piazzolla, Laura Escalada.
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